Desde hace algún tiempo, tanto el Ministerio de Cultura como las diferentes instancias departamentales y locales encargadas del tema, vienen hablando de patrimonio. En un país donde las políticas de estado obedecen más a modas o tendencias, generalmente dictadas desde Europa o Estados Unidos, que a las verdaderas necesidades y realidades nacionales, es por lo menos gratificante que el asunto haga parte del debate público.

Enhorabuena se pone sobre el tapete lo concerniente al legado que recibimos de nuestros antepasados, que en su gran mayoría se desconoce y cuando no, se dilapida o se destruye.

Para empezar, debemos atender al significado de la denominación. Patrimonio es el conjunto de bienes pertenecientes a una persona natural o jurídica, nos dice la Real Academia de la Lengua; mientras la Unesco (organización de las Naciones Unidas para el arte y la cultura) nos precisa que patrimonio cultural es el legado que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras. Esto nos sitúa ante varias categorías de patrimonio, divididas principalmente en dos; patrimonio material y patrimonio inmaterial, con algunas subdivisiones como patrimonio natural, arquitectónico, arqueológico, etc.

En el ámbito local, Gachancipá, siendo el municipio más pequeño de Cundinamarca, cuenta con un inventario que envidiarían muchas ciudades o localidades de categoría superior. La joya de nuestro patrimonio, que nos haría visibles ante el mundo es el Calendario de los Muiscas, que aunque casi desconocido en nuestro medio, debería tener trascendencia global. Contamos también con un Camino Real, que ha sido despojado en gran parte de su trazado por particulares que, desconociendo la magnitud de su crimen contra la historia y el ancestraje cultural, se lo han apropiado. No obstante, los bienes del estado tienen tres categorías que los blinda contra estas acciones de los particulares: son inembargables, inalienables e imprescriptibles, luego nadie pueda alegar propiedad por posesión o cosa similar. Tarea titánica que tienen las autoridades municipales actuales y futuras, esa de recuperar y restaurar el Camino Amarillo, único camino en nuestro medio protocolizado mediante Cédula Real de Carlos III.

Así mismo contamos en nuestro haber, con una estación de tren, actualmente en proceso de restauración y algunas construcciones antiguas que merecen ser conservadas. Ojalá no suceda con todas ellas lo que con el inmueble conocido como “La casa rosada”, que, estando inscrita en el inventario de Patrimonio Arquitectónico del municipio, lo que de hecho la hacía intocable, recibió licenciamiento por parte de las mismas autoridades locales para ser totalmente destruida en su arquitectura interior, lo que conlleva la comisión, no solo de una contravención de planeación, sino de un delito, tipificado como prevaricato por acción. Nuestra gastronomía ancestral y prácticas artesanales como el macramé, merecen ser tenidos en cuenta en ese inventario patrimonial del municipio, para ser conservadas, recuperadas y difundidas; pero, ante todo, para ser protegidas y apropiadas por el estado y la ciudadanía, como forma de poner una talanquera efectiva contra el desarraigo y generar motivos de orgullo y reconocimiento colectivos.

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